Por asuntos de trabajo, tuve que suspender mis vacaciones por unos dias y abandonar mi lugar de veraneo. Dejé a mi familia y volví a la capital, donde durante el dia daba el callo en la oficina y vivía las noches a mis anchas. No obstante, mi rendimiento no bajó ni un ápice, es mas, solucioné todo el problema un dia antes de lo previsto.
Me debatía entre volver con la familia o darme un último homenaje cuando encontré el papel arrugado que la señora de la piscina me había dejado. Y entró mi lado morboso a escena.
Llegué a casa y mientras preparava la cena guardé el contacto a mi teléfono y abrí una conversación en WhatsApp:
— ¿Todavía me esperas?
— ¿Quien es?
— Pensaba que mi polla entre tus gluteos habría dejado una impresión mas duradera.
— Te crees muy hombre, no?
— Lo que creo es que me deseas
— Te lo tienes muy creído.
Dejé la conversación y cené. Al cabo de media hora sonó una notificación. Al par de minutos, dos notificaciones mas. Había echado las redes y ella sola se había metido en ellas. Miré el teléfono.
— No me gusta que jueguen conmigo
— estas ahí?
— no estoy para jugar con niñatos
Tuve que contestar a ese último mensaje, de forma tajante.
— Tengo lo que necesitas, pero solo si lo quieres de verdad.
— ¿Que si quiero qué?
No me quedó mas remedio que mandarle un recordatorio en forma de foto.
— Joder...
— Pues ya sabes, que hay que pedir las cosas como debe ser... POR FAVOR. - Y volví a desconectar.
Como en el baño de la piscina, ella sola se iba cocinando entre la confusión, el morbo y ahora le añadía a la receta la indignación.
Era casi medinoche cuando escribió de nuevo.
— Por favor...
La llamé directamente.