Calentando la piscina 4

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Finalmente la llamé, pero iba a tener que ganarse lo que ansiaba

— Abre bien las orejas porque te voy a ahcer una propuesta. Una oferta única, o la toma o la dejas, pero no la voy a repetir. Pero primero, ¿Sigues en el pueblo?

— Si, todavía me quedan unos dias de vaca…

— Pues escúchame biien — la interrumpí — Cuando deje de hablar voy a querer de ti una respuesta. Esta noche voy a poseerte. Quizás todvía tengas algunas dudas, pero te las voy a disipar: te voy a someter y nunca habrás gozado tanto. Estoy cogiendo las llaves del coche y de ti depende que avance el regreso junto a mi familia o que pase esta noche en tu casa. Te repito que esta oferta se retira en cuanto cuelgue el teléfono. ¿Qué dices?

—Ven, te necesito.

— Pásame la dirección por Whatsapp y no me llames — y colgué.

Recogí mis cosas y puse en el GPS el domicilio. Mientras atravesaba la ciudad le fui dictando instrucciones:

— Según mis cálculos llego en cincuenta y dos minutos. Quiero que me esperes desnuda y arrodillada frente a la puerta de la entrada, la cual dejaràs entreabierta. Te quiero en esa posición en media hora. Mándame una foto para ver que cumples mis órdenes. Y no te muevas, cuando llegue sabré si me has desobedecido. 

Apenas había tráfico y a la hora acordada me mandó el mensaje, me sonreí aunque no lo abrí. No hacía falta. Con puntualidad británica llegué a mi destino y me planteé si avisar que había llegado o demorarme unos minutos, pero deseché ambas ideas: la primera porque quería sorprenderla y la segunda por no encontrarme con alguna cara conocida del pueblo.

Observé la casa desde el exterior: una casita modesta de dos plantas en una parcela pequeña. Un murete y unos arbustos daban suficiente intimidad, lo que me hizo pensar en más travesuras. La cancela estaba abierta, entonces miré por primera vez el teléfono con la foto de lo que me esperaba al entrar: Una piel algo tostada por el sol, excepto en los senos, blanquecinos y colgantes, aunque suficientemente plenos debido a su volumen. El espacio entre ellos era amplio y me relamí al notarlo. Aunque trató de disimularlo en la fotografía, su vientre no era plano y se notaba un pronunciado pliegue antes del nacimiento de las caderas. Estaba sentada sobre sus talones, con las rodillas juntas y el torso algo ladeado, dando la sensación de saberse sacar partido al fotografiarse. 

Y al cruzar la puerta la encontré, con la mirada clavada en el suelo y en la misma postura de la foto 

— Ponte en pie — obedeció con dificultad, teniendo que ayudarse de una repisa cercana para conseguirlo — déjame ver si has sido buena.

LA PROXIMA PARTE DARÁ CIERRE AL RELATO

NOTA: La casa de la foto no es la real, está sacada de un portal immobiliario

 

 

 

 

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