Tenía a la madura donde quería, sintiendo mi erección entre sus nalgas. Estaba nerviosa, la sentía temblar agitadamente.
— ¿Es esto lo que venías a buscar?
No respondió. Así que le tuve que soltar una sonora palmada en el culo.
— Que si esto es lo que buscabas...
— Si... Quería saber si era tan grande como parecía.
— ¿Y cual es el veredicto? - me puse mas bravucón que de costumbre.
— ¿La puedo tocar? - preguntó casi en un susurro.
— No - contesté para putearla un poco — la próxima vez, lo pides que se te oiga mejor.
Y me fuí, dejandola con un palmo de narices, la nalga izquierda bien marcada y en plena ebullición.
Estaba tomando una cerveza en el bar cuando vi unas nubes negras que amenazaban tormenta, así que apuré la copa y recogí la toalla que todavía estaba junto a la piscina. La sorpresa, que debajo había una nota.
"Llámame, por favor" junto a su número de teléfono. Por ese "por favor" supe que iba a hacer cualquier cosa que le pidiera.